En las empresas de desarrollo de software, suele existir la figura del analista, experto encargado de hablar con el cliente, observar la forma en que este trabaja y formular las preguntas adecuadas para que el proceso de especificación sea lo más correcto posible.
En empresas pequeñas, es posible que no exista la figura del analista y es habitual que los programadores independientes no tengan tanta experiencia a la hora de identificar las necesidades del cliente. En estos casos, una segunda lectura pormenorizada de la especificación puede contribuir a afinar los detalles inicialmente ambiguos. Por ejemplo, para el programa del apartado anterior, se podrían detectar las siguientes carencias:
- ¿No se podrán consultar los datos si no se hace una búsqueda?
- ¿Qué datos de cada persona que se encuentre a través de las búsquedas de texto deben mostrarse?
- ¿Qué datos de cada persona que cumpla años deben mostrarse?
- ¿Los datos se guardarán automáticamente?
- ¿Es necesario guardar los datos en fichero?
- ¿No será necesario modificar ni borrar datos?
Así, en la realización de un proyecto real, es cada vez más habitual repetir varias veces la secuencia análisis-diseño-implementación-verificación, proceso que incluye reuniones con el cliente entre una secuencia y otra con el fin de que los errores y las carencias del programa puedan ser detectadas cuanto antes.
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